Causas del dolor
Antiguamente se creía que el dolor aparecía porque existía alguna
alteración de la estructura de la columna vertebral, como la escoliosis
o la hernia discal. Eso es un error.
El dolor aparece por un mecanismo neurológico que
implica la activación de los nervios que transmiten el dolor y el
desencadenamiento de la contractura muscular y la inflamación. A
veces, también puede conllevar la compresión de la raíz nerviosa.
Ese mecanismo puede desencadenarse por una alteración
de la estructura de la columna vertebral, como la hernia discal
o la degeneración importante de la articulación facetaria, pero
en la mayoría de los casos no se puede llegar a averiguar la causa
inicial que lo desencadena, y se atribuye a dolor por contractura
o sobrecarga muscular.
Así, de cada 100 pacientes que consultan a un médico por dolor de espalda, en uno el dolor se debe a una enfermedad sistémica o general del organismo que desencadena un dolor “en” la espalda, pero no “de” la espalda. Los 99 restantes padecen un “síndrome mecánico del raquis”, en el que el dolor se origina en la propia espalda, y de los que trata esta Web. De ellos, 4 padecen dolor debido a una alteración de la estructura de la columna vertebral, como una estenosis espina o una hernia discal. En los 95 restantes, el dolor se debe a un “síndrome inespecífico”, en el que el dolor no se origina en una alteración de la estructura de la columna vertebral, sino en las “partes blandas” (como músculos o ligamentos), y habitualmente se debe a un mal funcionamiento de la musculatura.
El interrogatorio clínico y la exploración física suelen ser suficientes para determinar si en un caso concreto el dolor se debe a una alteración estructural de la columna vertebral o a un “síndrome inespecífico”. Sólo si los datos obtenidos mediante el interrogatorio o la exploración física sugieren que puede haber una enfermedad sistémica, o que el dolor se debe a una compresión nerviosa causada por una alteración estructural de la columna vertebral en la que pueda estar indicada la cirugía, puede tener sentido comprobarlo mediante una prueba de imagen (como una “tomografía axial computarizada”, -TAC-, o una “resonancia magnética” ).
Pedir esas pruebas sin haber interrogado y explorado previamente al paciente, o cuando no hay datos de compresión nerviosa, es un error, pues no mejora el tratamiento ni el pronóstico del paciente y lo expone a riesgos graves e injustificados; por ejemplo, hacer una resonancia magnética cuando no está indicada, aumenta un 400%-800% el riesgo de ser operado innecesariamente.
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