La
inflamación consiste esencialmente en una gran dilatación de los
vasos sanguíneos junto con una apertura de sus poros, permitiendo el paso
de líquido, sustancias y células desde la sangre a los tejidos,
por lo que éstos aumentan de volumen y temperatura. La
activación de los nervios del dolor provoca la liberación de varios
neurotransmisores que dilatan los vasos y abren sus poros, desencadenando la inflamación
del tejido en el que son liberados. Esta es la llamada "inflamación neurógena",
y algunos de los neurotransmisores y neuromoduladores implicados son el CGRP (calcitonin-gene-related-peptide),
la NKA (neuroquinina A) y, sobre todo, la Sustancia P (SP). Además,
algunas células de la sangre se activan en determinadas circunstancias,
especialmente cuando detectan la presencia de microbios, liberando sustancias
que atraen a otras células de defensa del organismo, dilatan los vasos,
abren sus poros y permiten el paso de esas células a los tejidos. Esa es
la conocida como "inflamación humoral" y algunas de las sustancias liberadas
son las prostaglandinas y los leucotrienos. Se
ha demostrado que la inflamación neurógena y humoral se potencian
entre sí y que ambos procesos están implicados en los dolores de
espalda. Eso explica la eficacia de los antiinflamatorios para su tratamiento,
puesto que dificultan la fabricación de prostaglandinas e impiden la potenciación
de la inflamación humoral y neurógena. En
el dolor de espalda, la inflamación es esencialmente consecuencia de la
liberación de neurotransmisores que conlleva la activación de los
nervios del dolor y, secundariamente, de la puesta en marcha del proceso de la
inflamación humoral. No obstante, una vez que existe inflamación,
ésta se convierte en un factor agravante añadido: Por
una parte, porque las sustancias liberadas en la puesta en marcha de la inflamación
humoral son capaces de activar los nervios del dolor y aumentarlo. A su vez, el
dolor conlleva la liberación de los neurotransmisores implicados en la
inflamación neurógena, lo que aumenta la inflamación y constituye
un círculo vicioso. Por otra parte, porque
al aumentar el volumen de los tejidos aumentan el riesgo de compresión
nerviosa y pueden agravar la eventual lesión causante. Por ejemplo, en
una hernia discal,
la inflamación puede aumentar el volumen del material pulposo extruido,
o disminuir la luz de la fisura de la envuelta fibrosa por la que salió. |